fbpx

ADOLFO WEBER

Pintor, monotipista, coordinador de exposiciones

Más de once mil metros tiene y contiene en su punto más profundo el océano. El vaivén de sus movimientos ha esculpido continentes; construido y destruido ciudades; inspirado, desesperado incluso aterrado. 

El océano nos rodea como una amenaza constante y a la vez consuelo. 

Le hemos dado muchos nombres al titán que nos abraza con ese abrazo que nace en la tierra, en el interior, que viaja y recorre montañas, valles, que no descansa hasta llegar a su destino: el río no muere al llegar al mar, aun cuando el miedo a desaparecer lo invada, es la magia de la unión. Entrar en él implica desconcierto, descubrimiento y algo de dolor, pues siempre se paga un precio por ello.

La serie Océano, de Paola Ávalos, no solo inicia con inspiración mitológica: abre una invitación. Una que traduce la historia a lo matérico, a lo intangible, a lo tangible, a lo conceptual. 

Se respira o se ahoga uno en ese mar, al amar, al mar. 

Al vivir corrientes oceánicas morimos en ellas y viajamos hasta el fondo para amanecer a flote entre ríos o al borde: nunca se está quieto aquí. 

El color invade como azul marino, blanco espuma o rojo carmín para deletrear que el abecedario es corto y precede a todo color superficial.

Al llevar la ausencia de imagen a lo dimensional, Paola transgrede, violenta y descompone los elementos básicos del concepto para fundirlo, así como su técnica, en calor y fuego, como salido de Urano.

Océano tiene punto de partida, pero difícilmente ha de terminar aquí, pues el gran río que nos rodea mantiene su flujo y no se calla, no se calla, nunca se calla.